La Disciplina y el Karma son dos elementos que, aunque no se reconozcan, influyen en las personas afectas y/o dependientes de las diversas manifestaciones culturales.
Sí,
porque la disciplina conduce al mejoramiento y al logro de objetivos y al
cumplimiento con el público. Por su lado, el karma es la suma o definición de
lo que con disciplina estamos generando para nosotros y para influir
positivamente en la sociedad con cualquier manifestación cultural. En nuestro
caso, la música.
Ya
que la disciplina es un acto que como occidentales mayoritariamente
reconocemos, hablaremos del karma, porque es un resultado tácito que para
nuestro continente quizá no es tan reconocido y genera escepticismo.
El Karma y la Música en la Cultura Occidental
Este
es un concepto proveniente de las religiones y filosofías de origen indio, como
el hinduismo y el budismo.
Se
refiere a la ley de causa y efecto la
cual rige las acciones de los seres vivos y sus consecuencias en sus vidas
presentes y futuras.
Por
ende, cada acción genera una reacción
o energía que influye en el destino de quien la realiza y de éste se verán
efectos en los demás y así consuetudinariamente hasta el finito infinito, ya
sea para bien o para mal.
El
karma también se relaciona con la idea de la
reencarnación, fenómeno que en nuestra cultura
occidental es comprendido, pero no creído; este es el proceso por el cual
el alma o la conciencia de una persona pasa de un cuerpo a otro después de la
muerte, según el grado de pureza o impureza que hayan alcanzado.
El karma en la cultura
El
karma como un hecho cultural occidental es una forma de interpretar este
concepto desde una perspectiva diferente a la original.
Aquí
en occidente, se le entiende como una
especie de justicia cósmica que castiga o premia a las personas según sus acciones, sin tener en cuenta
el contexto histórico, social o religioso en el que se originó.
También
se le usa como una forma de explicar los acontecimientos que nos rodean,
atribuyéndolos a una fuerza superior o a un destino ineludible.
Algunas
personas creen que pueden manipular el karma mediante rituales, amuletos o
símbolos, sin comprender su verdadero significado. Una manifestación de
aculturación que asemeja una “anti – cultura”, ya que se transforma en un robo
despiadado a las personas.
Por
lo tanto, el mal llamado o mal comprendido karma
occidental es una adaptación simplificada y distorsionada del concepto
original, que pierde su profundidad y su complejidad.
Hay
que regirse más por la definición original o karma oriental, que es una doctrina ética y espiritual que busca la
liberación del ciclo de nacimiento y muerte, mediante la comprensión de la
realidad última y la práctica de la bondad, la sabiduría y la compasión.
El karma y la música
Este
tema puede abordarse desde diferentes perspectivas.
Como
ya se dijo, el karma es un concepto que tiene que ver con la ley de causa y
efecto que rige las acciones de los seres vivos y sus consecuencias en sus
vidas presentes y futuras.
Y,
la música, es una forma de expresión artística que puede transmitir emociones,
sentimientos, ideas y valores a través de los sonidos.
Analizándoles
a profundidad y eliminando los paralelismos, podemos notar una posible y nada forzada
conexión entre el karma y la música la
cual es que ambos influyen en nuestro
estado de ánimo y en nuestra percepción de la realidad.
La
música puede generar placer, alegría, tristeza, nostalgia, euforia, relajación
y otras sensaciones, dependiendo del tipo de música que se escuche y se viva
(tararear, cantar, silbar, danzar), así como el contexto y la personalidad de
la persona que la escucha.
Estas
emociones pueden afectar a nuestro comportamiento, nuestras decisiones y actitud
ante la vida.
Por
ende, la música puede ser una herramienta elemental para mejorar nuestro karma,
si ésta nos ayuda a cultivar hábitos positivos, como la bondad, la compasión,
la generosidad y la sabiduría.
Pero
también puede ser una fuente de karma negativo, si nos induce a actuar de forma
egoísta, violenta, irresponsable o ignorante.
De
allí la importancia del contenido,
intención y/o melodía de las canciones.
Incluso el heavy metal o reguetón, tienen algunas letras y ritmos que pueden crear buenas vibras en las personas. Son pocos, pero pueden. De lo que es necesario estar rodeados de gente con amplitud de criterio para analizar, sugerir y salvaguardar a los oyentes, en especial en esta época en que las letras son ominosas mayoritariamente y los ritmos, deficitarios.
Otra
posible conexión entre el karma y la música es la forma en que ambos reflejan
nuestra personalidad y nuestra historia. La música que escuchamos o que creamos
puede revelar aspectos de nuestra identidad, gustos, valores y experiencias.
Estos
elementos pueden estar relacionados con nuestro karma, es decir, con las
acciones que hemos realizado en el pasado y que han moldeado nuestro presente.
Así, la música puede ser una forma de expresar nuestro karma, de reconocerlo,
de aceptarlo o de transformarlo.
Y,
si bien decidimos qué escuchar o cantar y qué mensaje queremos dar a la
sociedad, la fusión entre el karma y la música en pro del bienestar cultural, su
conjunción puede procurar ser una fuente de arte, inspiración, reencuentro y belleza.
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