La
frase "Roma no paga traidores" tiene su origen en la Antigua Roma y
se atribuye al procónsul Quinto Servilio Cepión en el año 139 a.C. Se dice que
Cepión pronunció estas palabras después de que tres hispanos, Audax, Ditalcos y
Minuros, traicionaran al líder lusitano Viriato, quien había resistido
ferozmente la expansión romana en la península ibérica.
Estos
hombres asesinaron a Viriato con la esperanza de recibir una recompensa de
Roma, pero Cepión, en lugar de premiarlos, les respondió con desprecio: "Roma no paga traidores"⁾. La
frase se convirtió en un símbolo de la falta de recompensa para quienes
incurren en la traición y ha sido utilizada a lo largo de la historia para
advertir sobre las consecuencias de la deslealtad.
Hoy
en día, esta expresión sigue vigente en distintos ámbitos, desde la política
hasta las relaciones personales, recordando que la traición rara vez trae el
resultado esperado.
Viriato
fue un caudillo lusitano que lideró la resistencia contra la expansión romana
en la península ibérica durante el siglo II a.C. y que se convirtió en un
símbolo de la lucha por la independencia y la resistencia frente a la
dominación extranjera. Es considerado el primer héroe patrio de Portugal
La
sentencia "Roma no paga traidores", deja en evidencia que la
deslealtad no es digna de recompensa.
Roma traditoribus non praemiat
Uso actual de la frase “Roma no paga traidores”
Hoy
en día, la expresión se usa en contextos políticos y personales para señalar
que:
No
se debe confiar en un traidor, incluso si ahora está de tu lado.
La
deslealtad se castiga, no se premia.
El
fin no justifica los medios, cuando esos medios implican traicionar a otros.
Javier Milei y el “Roma no paga traidores”
Recientemente,
la frase ha sido utilizada en el ámbito político, como ocurrió con el
presidente argentino Javier Milei, quien la citó para justificar su negativa a
saludar a un adversario político que en algún momento se comportó como un
aliado, pero le ganó más la ambición de seguir en un puesto al cual se le veían
menos méritos, que su ciudad y su país.
Dicho
rival (Jorge Macri) contrató a un manipulador político ya denunciado en varios
países para crear una campaña de desprestigio contra La Libertad Avanza
(partido de Milei) y que favoreciera a dicho político, cosa que no logró.
Luego,
como cualquier político “cara e’tabla” (argot venezolano atribuido a alguien
que se muestra como un caradura luego de hacer o decir algo dañino), Macri
quiso saludar de mano a Milei y este le negó el saludo, para que luego el
Presidente de la República Argentina escribiera por el caso, “Roma no paga
traidores”, una de las sentencias que tanto nos gusta en Culturistech.
Con
esta frase se deja claro que no se está dispuesto a reconciliarse con quienes
considera desleales, mucho menos cuando éstos no se redimen o se creen
impolutos de lo que ya la opinión pública sabe de ellos, algo que en la
subcultura del izquierdismo se está haciendo común.
Más allá de este caso específico, la expresión se usa en la política global para señalar que:
Los
traidores no son recompensados, incluso si su traición beneficia a quienes los
reciben.
La
lealtad es un valor fundamental, y romperla puede tener consecuencias políticas
y sociales.
Las
alianzas deben construirse sobre la confianza, no sobre la conveniencia
momentánea.
En
tiempos de fake news, espionaje político y cambios de alianzas, la frase cobra
aún más fuerza, recordando que la traición, aunque útil en el corto plazo,
suele ser despreciada a largo plazo.
Difícil pasar del “Roma no paga traidores” al Tabula Rasa
"Roma no paga traidores" enfatiza la importancia de la lealtad y la consecuencia de la traición: quien traiciona no merece recompensa. En cambio, "Tabula rasa" sugiere un nuevo comienzo, una oportunidad para borrar el pasado y construir desde cero; pero eso, hay que ganárselo con toda la seriedad del mundo.
Si
buscamos un equilibrio entre ambas ideas, podríamos decir que:
La
traición no debe ser premiada, pero en ciertos casos, las personas pueden
cambiar (de hecho y de corazón) y merecer una segunda oportunidad.
El
pasado importa, pero no siempre debe definir el futuro. Hay momentos en los que
es necesario empezar de nuevo.
La
justicia y la reconciliación pueden coexistir, permitiendo que quienes han
cometido errores demuestren su valor en nuevas circunstancias.
En
política, este equilibrio se ve en situaciones donde los líderes deben decidir
si castigar a quienes los traicionaron o permitirles reintegrarse bajo nuevas
condiciones.
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