Las Normas del Buen Hablante y el Buen Oyente
son reglas que fomentan una comunicación efectiva y respetuosa entre las
personas.
Lamentablemente
en las últimas décadas, en gran parte de Latinoamérica y en España, se han
enfocado, especialmente desde los Senados, Congresos, Asambleas, Legislaturas,
Concejalías y en programas de opinión política y/o farándula, en lanzarlas al
olvido, todo por mantener sus posiciones ideológicas, no darse por vencidos
ante argumentos reales o mantener el rating de sus programas.
Incluso en los
más sencillos podcast o entrevistas o concursos en YouTube, Instagram o TikTok,
vemos como los moderadores interrumpen de la manera más altanera y soez, sólo
porque les irrita que se les contraríe, sea con razón o sin ella.
Las normas del
buen hablante y el buen oyente también han mermado en los debates
presidenciales o de toda índole electoral, dejando más vacíos en los escuchas,
que respuestas para mejorar sus decisiones.
Quienes no
cumplen las normas del buen oyente y el buen hablante no es precisamente por
desconocerlas, sino una falsa identidad de liderazgo, de razón por encima de
los otros, de dominio y/o de desvirtuar sus fallas argumentativas –y hasta
sentimentales- que creen las pueden acallar o apabullar no permitiendo que el
rival se exprese o que se confunda.
Muchos estrategas
políticos y/o directores o productores de programas incitan al debate
desordenado, para que los electores se confundan y se unan sentimentalmente a
quien perciben más fuerte o más chabacano (lo que les parece popular o de
pueblo) y para mantener al público en vilo de cómo terminará la confrontación,
ya que como sabemos, la TV y la Radio (y las redes sociales), se retroalimentan
del dolor y el error ajeno, ya que eso vende.
Los más afectados por no aplicarse las normas del buen hablante y el buen oyente
Los niños son
los más afectados, ya que además de no entender, aprender a hablar a gritos y
sin argumentos, además de asumir que su dominio sobre otro y su fuerza física
les dará el control que les llevará a donde quieren. Así nacen los burlistas,
agresores y corruptos que menos necesitamos en la cultura mundial.
Ancianos que no
se sienten a gusto ante la pérdida de valores y buenos modales. Adultos
contemporáneos que se llenan de estrés y al no saber drenarlo, explotan de
maneras incontables pero siempre con resultados lamentables.
El arte de la
conversación está atado a las normas del buen hablante y el buen oyente. El
saltárselas tiene muchísimas consecuencias negativas y termina empoderando a
aquellos que son nocivos para la cultura, educación, entretenimiento y
liderazgo.
Normas del buen hablante y el buen oyente
Normas del Buen Hablante
1. Ser claro y
preciso al expresar tus ideas.
2. Hablar con
respeto y cortesía hacia los demás.
3. Escuchar
activamente a tu interlocutor.
4. Evitar
interrumpir (no hablar cuando el otro está hablando).
5. Utilizar un
tono de voz adecuado y mantener el control emocional.
6. Ser coherente
en tus argumentos y evitar contradicciones.
7. Ser empático
y mostrar interés genuino por lo que el otro tiene que decir.
8. Respetar el
turno de palabra y permitir que todos participen en la conversación.
9. Evitar
utilizar un lenguaje agresivo o hiriente.
10. Ser
consciente de la importancia de la comunicación no verbal, como el contacto
visual y la postura corporal.
Normas del Buen Oyente
1. Mostrar
interés en lo que el hablante está diciendo.
2. Evitar
interrumpir o juzgar al hablante antes de que termine de expresarse.
3. Hacer
preguntas clarificadoras si algo no queda claro.
4. Mantener
contacto visual y prestar atención activa.
5. Evitar
distraerse con dispositivos electrónicos u otras distracciones.
6. Mostrar
empatía y comprensión hacia el hablante.
7. Responder de
forma respetuosa cuando sea tu turno de hablar.
8. No anticipar
o asumir lo que el hablante va a decir.
9. Ser paciente
y permitir que el hablante termine su mensaje antes de responder.
10. Reconocer
las emociones del hablante y mostrar empatía.
El uso frecuente
y hasta natural de las normas del buen hablante y el buen oyente, permitirán promover
una comunicación efectiva, respetuosa y significativa en cualquier interacción
verbal. Es propia de las personas que buscan demostrar que son verdaderas damas y caballeros.
Qué hacer cuando las personas no atienden a las normas del buen hablante y el buen oyente
Cuando las
personas no atienden a las normas del buen hablante y el buen oyente, es
importante manejar la situación de manera asertiva y respetuosa. Algunas
estrategias que podrían ayudar a abordar esta situación son:
1.
Comunicar tus sentimientos: Expresa de forma clara y
respetuosa cómo te sientes cuando las normas no son seguidas. Por ejemplo,
podrías decir: "Me siento frustrado/a cuando no puedo hablar sin ser
interrumpido/a".
2.
Establecer límites: Si la persona sigue violando las
normas, es importante establecer límites claros. Puedes decir algo como:
"Para poder tener una conversación productiva, es importante respetar el
turno de palabra".
3.
Dar feedback constructivo: Si notas que la persona está
teniendo dificultades para seguir las normas, puedes proporcionar feedback
constructivo de manera amable y respetuosa. Por ejemplo, podrías decir:
"Creo que nuestra comunicación sería más efectiva si pudiéramos
escucharnos mutuamente sin interrupciones".
4.
Modelar el comportamiento adecuado: Es importante dar
ejemplo siguiendo las normas del buen hablante y el buen oyente. Mostrar cómo
se puede comunicar de manera efectiva y respetuosa puede influir positivamente
en el comportamiento de los demás.
5.
Buscar soluciones en conjunto: Invitar a la persona a
reflexionar sobre cómo mejorar la comunicación y encontrar soluciones juntos
puede ser una forma constructiva de abordar el problema. Trabajar en equipo
para establecer acuerdos y compromisos puede ayudar a crear un ambiente de
diálogo más positivo.
Recuerda que la
comunicación efectiva requiere la participación activa de ambas partes, por lo
que es importante abordar cualquier problema de comunicación de manera
colaborativa y respetuosa.
Además, en los
casos debidos se ha de buscar a un mediador o moderador al cual se le otorgue
cierto grado de autoridad y control, al cual hay que obedecer. Esta persona
debe ser ponderada y saber mantener el ritmo y feeling de la conversación, para
que ésta se nutra y se comprenda de ambas partes.
El público es
quien debe sacar sus conclusiones y tomar sus decisiones en base de argumentos
dichos con respeto y sin confusiones o manipulaciones provocadas por
vociferaciones altaneras y desordenadas en cualquier conversación.
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