Ya
varias generaciones (y más en estas dos décadas), bebés, niños y niñas espontánea
y naturalmente lanzan grandes sonrisas ante las cámaras fotográficas o
teléfonos celulares. Esas sonrisas que para padres, madres y representantes
valen todo en la vida. Pero cuando los hijos o hijas dejan de sonreír en las
fotos, hay que poner mucha atención en los motivos, sin intentar vulnerar su
libre expresión y mucho más si es su decisión.
Saber
si es su decisión es lo más difícil, porque puede ser una actitud coaccionada
por el medio social en el que se están desenvolviendo, especialmente en el
liceo, cuando los demás compañeros les presionan para que se mantengan serios y
asuman actitudes de “varón rudo o indiferente”, con poses que le hacen verse
fuerte, pero sin sentirlo del todo, porque aunque no lo reconozcan, saben que
hay algo antinatural en ello.
La
aculturación del más fuerte, de no dejarse llevar por los padres sino por los
de su generación, que sonreír es de niños o de débiles. Les venden eso y ellos
se lo comen o deben cumplirlo para encajar, aunado al propio instinto de
rebeldía y desarrollo de la personalidad que es típico de la adolescencia.
Es
allí cuando las madres, las grandes protectoras, buscan tomarse fotos con ellos
y pedirles que sonrían, petición que no es cumplida o hecha a regañadientes.
Igual hay que permitirles ser, ya que mientras no sea un resentimiento, hastío
u otro asunto que amerite terapia, eso no es más que una faceta.
Pero
hay que explicarle a esos muchachos que el poder de la sonrisa es una llave que
abre puertas y muchas más cuando la sonrisa es sincera, la risa espontánea y no
existe el dolor o error ajeno como detonante.
Cuando
los hijos o hijas dejan de sonreír en las fotos, los padres deben estar alertas
y saber acompañar su decisión, sin ellos “subirse a esa ola”; nadie debe dejar
de ser quien es para complacer a otros, si lo que hace no es malo, frugal o
ilegal.
Los
muchachos, con el transcurrir de los años, volverán a recuperar la sonrisa no
solo ante las cámaras, sino ante los grandes y pequeños momentos familiares. En
ese instante habrán crecido mucho más y siempre intentarán ponerse al día con
aquellas sonrisas, mimos y locuras espontaneas que reprimieron para estar a la
par de su generación, la cual quizá también estaba coaccionada por el miedo al qué
dirán o a mostrarse débiles con lo que son las emociones humanas más completas
y necesarias del mundo (felicidad, estima, sorpresa, locuacidad, etc.).
Cuando
los hijos o hijas dejan de sonreír en las fotos, en el caso de las chicas, se
sucede más por su adaptación al estilo, que acompaña a sus ropas, accesorios,
vestidos y sobre todo a la inteligencia emocional, propia de la más pronta y
sostenible madurez que las mujeres presentan en relación a los hombres.
Además,
el ímpetu del modelaje sin ser modelos, del experimento del color (tinte,
maquillaje, prendas) y el lucir estoicas para lograr sus cometidos sociales y
actitudinales, les van cambiando la sonrisa por algunos ceños felinos, miradas
penetrantes, labios cerrados y proyectados, mirada al horizonte, simetría entre
rostro y actitud (un logro de la personalidad).
El
modelaje parece prohibir a la sonrisa y esto ha afectado a varias generaciones,
creyendo que sonreír es un signo de desesperación o de haber sido cautivadas
por algún hombre que de inmediato se les abalanza por no entender el mensaje y
el valor de una sonrisa. De allí que muchas prefieren no sonreír.
La
música que acompaña sus selfies y videos también evita que sonrían. Cuando los
hijos o hijas dejan de sonreír en las fotos para mostrarse “cool” o “arrebatadoras”,
no se dan cuenta que el mass media les está quitando una llave al porvenir.
Lo
bueno es que en la mayoría de los casos, los padres y representantes, demás
familiares, amistades que saben que la personalidad no nace del qué dirán ni
del miedo a ser todo lo que sea sano y legal, además del propio libre albedrío
de saber ver y comprender el entorno, les permite volver a sonreír y esas
chicas se dan cuenta que una risa sincera les hace lograr mayores y mejores momentos
de vida, logros y celebración.
Cuando
los hijos o hijas dejan de sonreír en las fotos, es que ha surgido un nuevo
escalafón y reto. El acompañarles en el proceso, no obligándoles (“sonríe
muchacho, pela los dientes niña”), y mostrándoles siempre el valor de las
pequeñas y grandes cosas para el bienestar propio y social, además de
acompañarles y aconsejarles en lo que quieren y pueden ser…
…todo
eso creará sonrisas que posiblemente no todas se graben en fotos, pero sí
estarán grabadas en el alma, regocijo y plácemes de todos los que la admiren,
en especial, sus amados padres, tal cual como cuando eran bebés.
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