Impostar la Voz, Pronunciar Correctamente e Hilvanar Ideas, ¡Ahora son Mal Vistos!

Tanto se ha perdido la impostación de la voz, buena pronunciación, tener ideas preclaras y saberlas expresar metódica, cronológica y debidamente, que las personas que todavía nos expresamos así, somos tildadas de falsas, impopulares, separatistas, aburridas (de la vieja guardia, dixit) y que somos egocéntricos.

Es doloroso ello, porque el que nos alejemos de arrastrar las palabras, pronunciar de manera indebida o deficiente y que poco o nada titubeemos al responder, no nos hace superiores, ni siquiera nos hace egocéntricos. Sólo nos permite dar fluidez a la comunicación y demostrar que estamos convencidos de ello.

Quizás el creer que esa manera de expresión es propia de políticos, doctores, millonarios o locutores y que no es parte de la jerga o manera coloquial o paisana de expresarse, ha cimentado bases para crear esta nueva separación.

En una presentación ante la ley, mientras se me hacían las preguntas de rigor, llegaron a opinar que yo había sido entrenado para responder y contradecir la verdad a favor de un delito.

Mucho pasó para que las autoridades comprendieran que –además de decirle la verdad- esa era mi manera de narrar las cosas: De manera cronológica, sustentada, con palabras que para algunos son rebuscadas, pero son términos adecuados.

Las disculpas llegaron, porque la razón entró al juego. Pero la sensación de que sólo hablando paisano y con titubeos es la forma en que todo el mundo se debe expresar para decir la verdad, es francamente decepcionante.

la voz


Impostar la Voz, Pronunciar Correctamente e Hilvanar Ideas

La impostación de la voz es el equilibrio que esta llega a alcanzar en su registro normal, por medio de un trabajo adecuado.

Se nos enseña en el canto coral y en toda cátedra de música; es obligatoria en la formación de locución y oratoria; parte fundamental de la enseñanza académica; formalidad imparcial, subjetiva y señal de respeto del periodismo.

Pero también es parte de las familias más humildes, aquellas que no se gritan, sino que mantienen niveles audibles, comprensibles y por demás bien articulados para expresarse.

Proyectan seguridad porque así mismo la sienten. Y quienes la escuchan, se sienten convencidos y confiados en que sus palabras y modo de decirla, son señales serias y comprometidas con su contenido.

La pronunciación es el modo de articular al emitir las palabras. Mientras mejor se puedan comprender por la contraparte, mucho mejor. Cuando se pronuncia bien, la atención y el aprecio deberían crecer. Pero parece que eso está mal visto en la actualidad.

Hilvanar es enlazar o coordinar ideas. Mientras más claras, más creíbles y comprensibles son, alejando las dudas y respaldando hechos. Cuando se cotejan con la realidad, resultan una narración / descripción que debería hacer sentir complacidos a los oyentes. Pero para algunos, es inventar cuentos.

Quizá tantos estafadores o cuenteros, mitómanos todos que buscan excusarse o librarse con mentiras, han hecho decaer la confianza de muchos, por la cual, quienes ponemos de nuestra parte para narrar hechos sin mentir, pagamos las consecuencias de tal desconfianza e inseguridad e incluso, desgano por corroborar lo que se ha dicho.

 

Esto no es una lucha de clases

Parece que se quiere forjar una nueva segmentación social, por la forma en que uno pronuncia las palabras, los términos que sabe o se encarga de conocer, la manera cómo se narran los hechos y la dignidad con la que se tratan los asuntos.

Esto no es sólo de profesionales, como más o menos esbocé arriba. Esto nos atañe a todos.

Que la gente no te pregunte, ¿Qué dijiste?, porque no entendió tu dicción; que cuestionen la aplicación que diste a una palabra o que la sustituiste por un barbarismo o caló (como ocurre en Venezuela con “bichear”, que aplica como conjugación en todo lo que se desconoce) y que titubees “echando un cuento” sobre algo real o de ficción y queden más dudas que respuestas.

Una mejor comunicación debería ser también un puente de encuentro a la aceptación y a la mejora integral. La humildad está forjada de conocimiento empírico o popular.

En las regiones más humildes, el buen hablar y decir, es una manera de respeto y cordialidad que hace más grato el ambiente.

¿Por qué no lo puede ser en las zonas urbanas, donde “supuestamente”, la gente vive y aprende mejor?; ni qué decir de las redes sociales, donde el expresarse formalmente en audios y videos es señal “de que éste o esta se la dan de mucho”, sembrándose discordias sin fundamento.

El problema radica también en que quienes hablan de manera paisana o coloquial, no saben que lo hacen, sino hasta que comienzan a compararse o escuchar a quienes se expresan de manera pausada, elegante, con énfasis en las palabras.

Y quienes nos expresamos así, por miedo a herir susceptibilidades, tememos dar tips (ni siquiera digo lecciones), para una mejor comprensión, so pena de decir algo hiriente sin querer o no decir algo hiriente…pero que así lo entienda la contraparte.


Impostar la Voz, Pronunciar Correctamente e Hilvanar Ideas, ¡Ahora son Mal Vistos!

Como habrán visto, este tema es difícil. Pero quienes amamos al castellano y queremos pronunciar bien lo que leemos, contar las cosas lo mejor posible y tener un timbre de voz bastante agradable y muy nuestro (aunque sea una frecuente entre los locutores y locutoras), pues nosotros no somos enemigos de nadie por hacerlo, ni nos encontramos en un escalafón social diferente y superior.

Sólo disfrutamos de la lengua castellana, de la bendición de la voz, de poder contar a las personas lo veraz y debido, de aumentar las conversaciones para saber más y mejores cosas que nos hagan parte del mundo, como los ciudadanos que somos.

Y quienes no hablan así, pero tampoco atacan a quienes sí lo hacemos, gracias por mantener lo paisano y costumbrista en los mejores niveles que las distintas sociedades aspiramos tener: En conciliación y armonía, para crecer y mejorar juntos.

Lcdo. Argenis Serrano - Culturistech 

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