En una carta de finales de 1513 dirigida a su amigo
Francesco Vettori, Nicolás Maquiavelo anuncia que ha terminado un opúsculo, El
Príncipe, sobre los diferentes tipos de principado. A diferencia de los
tratados humanísticos o medievales este no está escrito en latín, sino en la
lengua vulgar usada en la poesía o la comedia.
Tampoco la aproximación del autor es distante o neutra
como correspondía a un tratado. Con la dedicatoria del texto a Lorenzo de
Médicis, jefe del régimen mediceo restaurado en Florencia, Maquiavelo quiso
superar la desconfianza que se le tenía por haber sido secretario de la
república.
He aquí cuatro máximas
maquiavélicas de las más resaltantes del texto El Príncipe.
Capítulo XII: LA GUERRA COMO NEGOCIO
“Los
capitanes mercenarios o son excelentes hombres de armas o no lo son; si lo son
no puedes fiarte de ellos, pues aspirarán siempre a su propia grandeza, incluso
oprimiéndote a ti que eres su señor; si no lo son y carecen de cualidades
causarán tu ruina […]. No tienen otro interés que una triste soldada, que no
basta para que quieran morir por ti”.
Análisis:
Maquiavelo constata que para los condottieri la guerra es sólo un lucrativo
negocio, un mero medio de subsistencia por el que sirven a quienes les pagan
mejor y a menudo seducidos por las sobrepujas; los más honestos esperaban a
cambiar de señor al final de la batalla, pero no todos tenían ese escrúpulo. El
éxito también les hacía peligrosos, porque les proporcionaba medios contra
aquellos que pagaban sus servicios.
Capítulo
XVII: LA ELECCIÓN DE
MAL
“¿Es
mejor ser amado que temido o viceversa? La respuesta es que convendría ser lo
uno y lo otro, pero como es difícil combinar ambas cosas es mucho más seguro
ser temido que amado cuando se haya de prescindir de una de las dos”.
Análisis: Hay
amargura y resentimiento en la constatación de que las circunstancias imponen
al hombre la elección del mal cuando Maquiavelo escribe que “se
ve por experiencia en nuestros días cómo aquellos que han tenido muy poco en
cuenta la palabra dada y han sabido burlar con astucia el ingenio de los hombres”,
han superado “a aquellos que se han
basado en la lealtad”. Se está describiendo una situación de hecho. No se
recomienda el mal, sino que se lamenta que “las
cosas de este mundo” no permiten respetar siempre el bien.
Capítulo XVIII: EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS
“Procure
el príncipe ganar y conservar al Estado; los medios siempre serán juzgados
honorables por todos, ya que el vulgo se deja cautivar por la apariencia y el
éxito”.
Análisis:
Quienes calificaron la obra de maligna e inspirada por el diablo leían aquí la
máxima famosa “el fin justifica los medios”, una disculpa de lo más
abominable sí se lograba el objetivo marcado. En realidad el texto constata que
–obtenido el éxito y mientras se mantenga el poder- nadie osará preguntar cómo
se ha alcanzado. Dice que si un príncipe sigue las enseñanzas clásicas –ser prudente,
justo, clemente y leal- nunca conservará el poder. Maquiavelo es realista: el Príncipe
debe “aprender
a poder no se bueno” o a serlo “según la necesidad”, porque otros a
su alrededor no lo serán.
Capítulo
XXVI: LA LIBERACIÓN
DE ITALIA
“No
debemos dejar pasar esta ocasión para que Italia, después de tanto tiempo,
encuentre un redentor […]. A todos asquea este bárbaro dominio. Tome, pues, la
ilustre casa vuestra este asunto con aquel ánimo”.
Análisis:
El tema de El Príncipe no se trata en abstracto, sino en relación con la
situación política italiana y por eso lo único que interesa a Maquiavelo es el
principado nuevo, única solución frente a la realidad de una Italia “sin
jefe, sin orden, abatida, esquilmada, lacerada”, por la que se lamenta.
El paquete de consejos ofrecidos al “príncipe nuevo” termina con un
capítulo titulado: “Exhortación a apresar Italia y liberarla de manos de los bárbaros”,
donde se pide a los Médicis que lideren la expulsión de españoles y franceses.
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