En varias ocasiones he
escrito sobre las palabras superfluas, es decir, aquellas repetidas que no
añaden información, empleadas en el lenguaje de los medios de comunicación
y en el habla cotidiana.
La intención siempre ha
sido mostrar ejemplos sencillos que permitan aclarar que la frase “valga la
redundancia”, utilizada en Venezuela y en varios países de habla hispana por
algunas personas para justificar el uso repetido de ciertos y determinados vocablos,
no tiene cabida, pues no podrá valer algo que está viciado y que se debe
evitar.
Siempre es necesario
insistir sobre el tema y, en tal sentido, exponer ejemplos de
uso frecuente en la comunicación oral y escrita, con los que el usuario de
la lengua pueda familiarizarse y evitar aquellas frases y expresiones que
denotan poco gusto y cero creatividad.
La redundancia es un
vicio, y el pleonasmo, en ocasiones, puede usarse como recurso para
determinadas intenciones del autor. Eso de “sube para arriba”, “baja para
abajo”, o “sal para afuera”, no es pleonasmo, como lo han señalado algunos
estudiosos del lenguaje. Es simplemente una evidencia de que quien emplea las
mencionadas frases, tiene un bajo nivel de preparación.
Se redunda cuando se usan
ideas o palabras inútiles por estar implicadas en el significado de otras. Es
una repetición viciosa, producto de la ignorancia, el automatismo expresivo o
la verborrea repetitiva. Debe distinguirse de la repetición artística o
enfática, que se denomina pleonasmo. La mejor forma de evitar la redundancia es
la lectura, para consustanciarse con las palabras y poder utilizarlas en
diferentes contextos.
Unos ejemplos que ilustran
la diferencia entre redundancia y pleonasmo podemos encontrarlos en: “Lo vi con
mis propios ojos”. Con ella se refuerza de manera especial el hecho de
haber sido testigo presencial, es decir, no me lo contaron. Está usada con un
sentido repetitivo intencional, para destacar o dar énfasis a lo expresado,
pues es lógico que nadie podrá prestarme ojos para ver. Pero si decimos:
“Las pupilas del iris de mis ojos están dañadas” o “El pabellón de la oreja”,
empleamos términos inútiles, redundantes, pues no añaden nada desde el punto de
vista intencional. Las expresiones estarían bien así: “Mis pupilas están
dañadas” y “pabellón del oído”, pues pupilas e iris son la misma cosa, y
pabellón es oreja, que es parte del oído como sentido.
Una expresión redundante
que es muy frecuente en el lenguaje periodístico, sobre todo en el de
instituciones gubernamentales, es “enmarcado (a) dentro”, usada por muchos
redactores descuidados para referirse a actividades que son consecuencia
directa de un propósito general, como por ejemplo: “Enmarcada dentro de la
Expoferia Portuguesa Potencia 2018, hoy tendrá lugar la exhibición de ganado
bovino”. Existe redundancia, pues al decir “enmarcada”, se da a entender que
está dentro de algo, en esta ocasión, en la Expoferia Portuguesa Potencia 2018.
Con escribir “en el marco” o “enmarcada en”, basta.
Cuando alguien dice: “En
mi opinión personal, el discurso fue aburrido”, incurre en redundancia, dado
que si es personal, no puede ser la de los demás. Igual ocurre con: “La víctima
tuvo una hemorragia de sangre”, pues las hemorragias son solo de sangre. Pero
hay redundancias que producen risa, como: “Con la compra de este
paquete, recibirás un regalo completamente gratis”. Aquí la
redundancia es doble, dado que, si es un regalo, debe ser gratis; y si es
gratis, debe serlo completamente. Algunas agencias de viajes recomiendan
hacer las reservaciones por adelantado, lo cual, aparte de redundancia, es
algo más que una idiotez. No tiene sentido hacer reservaciones después del
viaje. Ahora, reservar con tiempo es otra cosa.
Redundantes son también
las frases “constelación de estrellas”, “lapso de tiempo” y “quiero darles un
saludo de bienvenida”. ¿Por qué? ¡Porque todas las constelaciones son de
estrellas, todos los lapsos son de tiempo y todos los saludos son de
bienvenida, pues la despedida es solo eso: despedida!
Existen las frases “raudo
y veloz”, “íngrimo y solo”, “feliz y contento”, en apariencia redundantes;
pero se las usa de esa manera para darles fuerza a la expresión. Es lo que los
gramáticos llaman repetición artística o enfática, que en algunos casos puede
convertirse en figura retórica. Es lo que se denomina pleonasmo, muy diferente
de la redundancia. Por cierto, muchos letrados, en lugar de redundancia, dicen
«rebundancia».
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