Culturalmente, al menos
para Occidente y Europa la demostración de consolidación del amor de pareja es
el petitorio de matrimonio. Siguen siendo los mismos nervios del joven que va a
hablar con el futuro suegro a solicitarle la mano de su hija como cuando le
solicitó el permiso para cortejarla como novia.
Pero antes de ello está la
consulta a la que podría ser su esposa, lo que difiere con las tradiciones del
lejano y Medio Oriente donde el hombre solicita directamente a la mujer en
matrimonio y le es concedida sin permiso o satisfacción de la misma, lo que
demuestra un grado de consenso, equidad y humanidad para occidente y Europa que
se equilibra con el respeto. Ello lo podríamos considerar culturalmente
correcto, pero recordemos que la cultura está hecha también de adaptabilidad,
tradiciones y creencias.
Las formas más tradicionales
de pedir matrimonio a una mujer, son: día de campo (la típica escena del
brindis y el anillo en la bebida o comida). La cena en un restaurant (misma
tónica). Solicitud en una fiesta familiar o de amigos donde previamente se
montó un teatro que favorezca el susto y posterior sorpresa de la solicitada. Las
peticiones en estadios o conciertos previa conversación con organizadores. O una
de las más comunes y que refleja austeridad pero belleza: una noche calma,
sentados juntos y diciéndose lo dura que es la vida, pero lo ligera que será…juntos.
La boda será siempre del
tamaño que los contrayentes quieran y puedan costear. Donde invitan a quienes consideran
deben y pueden compartir ese momento único e irrepetible (pase lo que pase
luego, psicosocialmente es único). Es la forma de celebrar y corresponder en un
acto de amor donde la promesa es plantarse firmes ante la vida, pero
sosteniéndose mutuamente. Un aprendizaje eterno y lleno de compromisos que
ponen a prueba su educación, convicciones, estoicismo. Todo lo que
culturalmente construye y demuestra lo ejemplar y útiles de las vidas, en este
caso las unidas por el sagrado vínculo del matrimonio.
¿Y luego?, pues lo que se
consulta a la par de los preparativos de la boda es a donde ir de luna de miel, el acto que sólo requiere de dos y un
destino elegido mutuamente, como debe hacer toda pareja y donde el menú, es todo el mundo.
Este es el momento de la
pareja. De dejar atrás una vida de uno para ser una vida de dos en uno. Donde el
compromiso se selló en papeles y/o altar. Es el momento de un lugar
significativo y que quizá sea inenarrable, pero sí será inolvidable para los dos.
Playas, montañas, ríos, áreas
históricas, resorts, hoteles, posadas, son los lugares favoritos. Los cruceros
son el non plus ultra de los lugares a compartir, ya que en ellos se conjuga la
vida de ciudad con la vida natural en un ambiente alejado de todo y a su vez,
cerca del mismo. Creando una sensación de confort, seguridad, sensualidad única
en su estilo.
Visitar países de alta
factura vacacional, con paquetes turísticos especiales para recién casados es
también una de las opciones más viables, ya que los organizadores saben qué
ofrecer a una pareja que recién inicia una etapa sólida y en pro de permanente
en sus vidas. Saben que la luna de miel es un punto de partida y a su vez de
equilibrio en la vida de la mujer y el hombre y que ameritan el regocijo, la
calma y el entretenimiento adecuados para fortalecer un vínculo que ya fue
sellado ante las leyes.
Es así como el decidir el
lugar a pasar la luna de miel no es algo que se tome a la ligera, en especial
existiendo tantas buenas ofertas al respecto en la Internet y la recomendación
de amigos, además de su propio deseo en base a lo que les gusta y lo que les
parecería idóneo. Lo importante es jamás demeritar el acto de cultura de
parejas que significa la luna de miel, el momento que sella al amor.
Lcdo. Argenis Serrano - @Romantistech
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