Si bien el oro, coltán y platino son más valiosos, el cobre se adentra en la cultura y cotidianidad tanto por lo asequible de su precio entre los metales preciosos (aunque sí tiene su costo destacable), como por su relación coloquial. Además destaca por sus propiedades naturales.
Si nos damos un paseo por la historia, las profesiones,
el misticismo, el hogar, el amor y la jerga coincidente de los pueblos,
conseguimos que el cobre se nombra de una u otra forma.
Ya sea porque es el material conductor de todo el
sistema eléctrico de nuestros hogares, como que con él se construyen los mejores sartenes, se puede asegurar que es un acompañante silente de la
evolución tecnológica de las sociedades.
Bien es sabido que el Imperio Romano construía su
poderoso sistema hidrológico en base a cañerías y bañeras recubiertas con plomo
o con cobre.
Las que se realizaban con cobre les brindaban
protección a la salud (que ellos no sabían por descubrirse siglos después); fue
el plomo el que causó un lento pero agudo envenenamiento cerebro – corporal que
minimizó la fortaleza de sus habitantes, sucumbiendo ante los invasores y ante
ellos mismos, decretando el fin del más poderoso (y útil) imperio que la
humanidad ha conocido.
Durante el Imperio Romano se añadía cobre al oro; con
el paso del tiempo, hacia el Siglo III según los pocos registros conservados
precisamente en cobre, las monedas que supuestamente
se manufacturaban en oro sólo contenían un 2% de este mineral.
Se estima que la producción anual de cobre en el
Imperio Romano era de alrededor de 15.000 toneladas. Las actividades de minería
y fundición de cobre en el Imperio Romano fueron sólo superadas por la única
revolución útil para la humanidad, la Revolución Industrial. Las zonas más
exploradas fueron las de Hispania, Chipre y Europa Central. De hecho, habitantes
de España en décadas aún protestan por el cobre y otros minerales que los
romanos le saquearon.
Aratispi fue la ciudad romana olvidada de Antequera.
Situada en el cerro de Cauche el Viejo en una pequeña colina junto a la autovía
que une Málaga con Antequera. Sus primeros pobladores se remontan al antiguo
Calcolítico en plena Edad del Cobre. En las diversas excavaciones arqueológicas
realizadas en Aratispi se ha constatado la presencia de un poblado de la Edad
del Cobre, así como su posterior hábitat en el período Íbero, hasta su caída
por el Imperio Romano y su total romanización.
En Centroamérica se tienen datos de que el cobre fue
uno de los metales que los huastecos (México) utilizaron hasta la llegada de
los españoles. Los huastecos aprendieron a fundir el cobre no antes del año 650
d. C. y descubrieron las aleaciones para realizar objetos de bronce. Se demuestra
así que la evolución antes de la llegada de Cristóbal Colón era factible y
existía el conocimiento, sólo faltaba la buena voluntad que se ganó con el paso
de los siglos.
En la actualidad
Hoy por hoy el cobre funciona como manera de escalar
posiciones económicas con su compra – venta. También funciona para la salud, ya
que existen mascarillas con microfibras de bronce que extienden el tiempo de
protección contra el coronavirus.
En muchos programas de televisión dedicados a la cocina
indican que los sartenes de cobre
superan a los manufacturados en otras aleaciones en la manera como transmiten
el calor de manera uniforme y con prontitud lo que ayuda al ahorro de gas; que
su durabilidad puede medirse en herencia a generaciones y que libra de
bacterias de manera natural a los alimentos, mejorando la salud de los
consumidores.
El cobre en la antigüedad era destinado a realización
de armas para personas distinguidas; en la actualidad sirve como protector ante
las malas energías en forma de pulseras, siendo también un excelente obsequio
para adolescentes.
Hay quienes dicen que no se cambia el bronce por el
oro; pero se refieren a otras cosas, porque el bronce es más cercano, factible
y rentable para el común denominador, además de encontrarse en muchos elementos
eléctricos que nos hacen la vida más práctica.
Lcdo. Argenis Serrano - @Monedistech
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