Hemos visto en redes
sociales y hasta en conversaciones de calle algunas críticas a los aplausos en
el cine. No, eso no ha de sorprender, para algunos regímenes (sin meternos
en política), las feministas (sin adentrarnos en sus razones) y los hippies y
los punk (dos identidades generacionales que se respetan por igual), consideran
a los aplausos muy innecesarios, salvo que queden reducidos a quienes son de
sus propias ideas o a quienes se las celebran.
De hecho, los hippies y
los punks prefirieron el uso de los dedos, tanto en posición de “V” de Victoria
o Paz y la extensión de los dedos meñique e índice como forma de saludar,
celebrar o refrendar la actuación (refiriéndonos a los actos), de quienes
consideraban merecedores de ellos por ser afines a una idea o un aporta en
contra del “sistema”.
Por eso no extraña que
muchos critiquen los aplausos en el cine a una escena en específico o al final
de la misma, alegando que los artistas y personal realizador ni se enterarán. Pero
no, amigas y amigos, lo que se aplaude es la obra, el logro, el esfuerzo, es un
simbolismo para con uno mismo y que es apoyado por un grosso poblacional
considerable en toda la historia del cine. La película se lo ha ganado y con el
aplauso, se celebra a los inmersos en ella…hasta la sala de proyección.
Saber
qué y cómo es un aplauso
Un aplauso es la ganancia
de la persona que se esfuerza, no sólo en la actuación, el canto, la
declamación o cualquiera de las artes; es la celebración de una boda, de una
graduación, de un cumpleaños, de un logro profesional, de una buena exposición
o la despedida a una persona amiga o familiar que más que llorarle, queremos
rendirle tributo a quien fue en vida, más cundo se cree en la eternidad. Ese aplauso
no es un acto mecánico, es un acto del corazón y eso bien usted lo sabe.
Quienes hemos pisado un
escenario sabemos que el fruto más delicioso es el aplauso cuando es bien
ganado. El aplauso te dice qué hiciste. El efusivo, el congraciante, el
condescendiente, el frío, el sarcástico, el displicente, el que ofrece
desparpajo, el que se da por salir del paso, el que se da prestando atención a
otro lado; el que suena duro para despertar a los que no aplauden y busca
cubrir la sala; el aplauso de las fans, el aplauso de los amigos, el aplauso de
un grupo pequeño que se hace por mil por su pasión. El aplauso que recibe, el
aplauso que consuela ante cualquier fracaso y te dice, “como humano erraste y
como humano, triunfarás”. El aplauso militar, que es acompasado y muy sonoro, donde se hacen las paces entre lo civil y lo militar. Ese aplauso es una fuerza que se lleva altamente
sonora en el momento y es una pluma silente y revitalizante que siempre vivirá
en nuestro corazón, misma que busca renovarse y fortalecerse, por ello te
impulsa a seguir y reinventarte en tu arte.
Criticar un aplauso es
entonces una forma de envidia a quienes sí demuestran su sentir sin pena
alguna. A esa persona que aplaude, brinca, canta, silba, llora, se emociona y
le da un aplauso de “bien hecho”, “éxitos”, “sigue” y más al artista o al
expositor o al niño que recién da sus primeros pasos. La envidia sólo se puede
quitar no deseando lo que los demás tienen, sino atreviéndose a tener y en lo
que aplausos respecta, como quien los da, ganarás sentimientos y serena hidalguía
y como quien los recibe, recibirás una fuerza divina para seguir.
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